Sunday, January 08, 2006

El teatro en la vida del hombre

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En el Acto II, Escena VII de Cómo gustéis, de Shakespeare, uno de los personajes, Jaques, expresa en un monólogo lo que su creador-autor pensaba del teatro: “El mundo entero es un teatro, y todos los hombres y mujeres, simplemente comediantes. Tienen sus entradas y salidas, y un hombre a lo largo de su vida representa muchos papeles, y sus actos corresponden a siete edades (...)”.
Por su parte Evreinov, más recientemente ha considerado que no sólo en la vida del hombre todo es teatro, sino que lo es también en la vida de los animales e incluso de los vegetales. Estos últimos utilizan el cambio del color como un enmascaramiento, a modo de drama inmóvil en el que la planta simula ser una roca durante toda su existencia, lo que no es más que una representación con fines de defensa, de cuya perfección depende no ya un aplauso, o un titular elogioso en un periódico, sino la propia vida del “artista”.
Hay oleadas de teatro en la naturaleza vegetal: plantas que se disfrazan de otras plantas, plantas que se disfrazan de insecto o de trozos de vieja madera, plantas que pintan sus flores de un color determinado para atraer a un determinado animal y ser fecundadas. Estas plantas comediantes, señala el autor, simulan estar muertas cuando están vivas, ser estériles cuando son fecundas, estar ausentes de la escena cuando se hallan presentes allí. Ello, al verse sometidas en su conducta cotidiana a un principio teatral puro que consiste en tomar una apariencia diferente de la que se posee en realidad.
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Se ha señalado que el teatro se configura como una fuerza vital y misteriosa, en la medida que ha revolucionado la existencia humana al permitirnos penetrar en los secretos de la propia naturaleza. De ello tratan las escenas representadas en una obra teatral. Hay en ésta un acto develador de una realidad que va más allá de lo que se escenifica ante nuestros ojos de humanos espectadores, un mensaje enmascarado tras una forma que es necesario aprender a captar con atención durante el tiempo que dure el espectáculo.
El punto de partida del teatro es una representación religiosa, de cualquier índole. Existe la palabra que se quiere transmitir a la colectividad; y para ello el transmisor se vale de un rito o liturgia que reproduce invariablemente un mensaje en forma de metáfora o de alegoría. Al igual que en la representación religiosa, el teatro precisa: unos oficiantes (los actores); un texto (la palabra que en el teatro es la creación de un autor determinado); un escenario en el que se desarrolla el ritual (en la religión es un altar al aire libre o un templo, y en el teatro es un local abierto o cerrado con un acondicionamiento especial para que lo que ocurre sea percibido con nitidez por los asistentes); unos espectadores (sujetos que escuchan y ven la representación).
Y junto a todos esos elementos, el drama es la representación de un conflicto en el que los personajes intentan explicar o simplemente arrancarse del alma, las penas, maldiciones o pecados que los justifiquen ante los otros personajes y el espectador. En el drama, al igual que en el ritual religioso, todos los personajes quieren tener razón, justificar su punto de vista en la historia representada. El teatro es la más humana de las artes, porque su materia es la gente y su esencia el conflicto, definido como el momento en que alguien se enfrenta a una situación en la que inexorablemente ha de tomar una decisión. En él, el actor es su elemento más esencial, puesto que permite mediante su transformación de hombre simple en Hamlet, que seamos parte de un convencionalismo propuesto que se inicia al levantarse el telón. Si el teatro tiene algo de misterioso es porque, por un lado, refleja el drama del hombre en el universo y, por otro, es una representación, una irrealidad. El actor escenifica la bebida amarga del veneno en una copa mortal, y de otro, dicha copa puede contener sólo agua o estar vacía. Lo único que ha de hacer el actor es volver real un mundo que es artificial e ilusorio.
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Algunos diccionarios señalan una definición simplificada y convencional sobre el teatro. Anotan, por ejemplo: “Teatro. Edificio o lugar destinado a la representación de obras dramáticas o a ejecutar espectáculos en público”. “Conjunto de todas las producciones dramáticas”. Más allá de dicha reducción conceptual, el teatro como tal, resulta un fenómeno mucho más complejo y aplicable no sólo a un espacio geográfico, sino a diferentes ámbitos del mundo material en el que vivimos; comportándose una división entre el teatro, como lo expreso en un texto, y de otro lado, lo escenificado en un espacio.
Si bien es cierto que la etimología de la palabra teatro nos sitúa sencillamente en un local: theatron era el espacio destinado a dar espectáculos para divertir al pueblo; comprender ¿qué es el teatro? resulta mucho más complejo. Para Ortega, por ejemplo, dicha comprensión se encaminaba en la interrelación de dos zonas separadas: en una el público está sentado, quieto; en otra hay “otros seres humanos que no están quietos como el público, sino activos, tan activos que por eso se llaman actores”. El público no sólo oye sino que, más aún y antes que oír, ve. ¿Y qué ve? ¿Ve a una actriz o ve a Ofelia? El hecho milagroso es que ve a Ofelia. Pero la ve como no porque está allí, sino porque ha ido a verla a ella, a ido a ver TEATRO y transformado su forma de verla al ingresar a ese espacio. Por el contrario, si se encontrara por la calle con una muchacha un poco transtornada que adorna su pelo con una flores, no vería a Ofelia, de la misma manera que no vería al viajante Willy Loman si se tropezara por la calle con un hombre de algo más de sesenta años que lleva una maleta.
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Recientemente, Franco Ruffini ha puesto en evidencia que a lo largo de los siglos han existido dos culturas teatrales: la cultura del texto y la cultura de la escena. Son líneas que han avanzado en paralelo con ritmos y formas distintos, e ignorándose frecuentemente entre sí. Otras veces han coincidido, y lo paralelo se ha hecho convergente, con un resultado que ha dado origen a manifestaciones teatrales que hoy forman parte de la historia: por ejemplo, el texto repertorio y la escena académica, que se impusieron en Europa desde el siglo XVII hasta comienzos del XIX, y que podemos denominar teatro neoclásico. En éste el texto se ve sometido a las formas académicas y viceversa, como un matrimonio a la antigua usanza, en el que cada uno de los cónyuges acepta el sometimiento al otro.
La relación entre textos y escena ha sido comparada con la del pobre y el rico. El texto es el pobre, la escena es la rica. El texto es pobre por razón de su ajuste a esquemas de espacio, guión, tiempo muy rígidos, que los autores no se atrevían a quebrantar y también por una exigencia de literariedad que no les permitía salirse de las líneas escritas. Más que de pobreza, deberíamos hablar de lo establecido, lo definido, lo programado en el texto escrito; lo cual se enfrenta a la riqueza teórica de la escena, la cual proviene de su flexibilidad, de su variedad y de su desorden. La escena es rica en versatilidad y en posibilidades. Todo lo que se puede hacer con un texto es respetarlo. Con la escena, en cambio, se puede hacer todo, incluso desvirtuar la intención del texto.

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Texto adaptado para la práctica RYC- JUNIO 2005 PUCP-
Coord.: Elio Vélez y José Riqueros
Fuente: El teatro historia y vida. Ramón Nieto. Madrid: Acento editorial, 1997.

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